EL SECRETO DE LOS COFRES


EL SECRETO DE LOS COFRES

Novela Histórica

Se inicia la saga de la familia Chalons.

SINOPSIS

Los Templarios… Una Orden misteriosa, que ha atraído la imaginación de los hombres durante siglos. La leyenda de la familia Châlons, herederos del Temple, nos transportará a los avatares de la huída posterior a la persecución en la Francia del siglo XIV, a través de Escocia y su lucha por la independencia, hasta su llegada a América, años antes de Cristóbal Colón, como guardianes de los cofres, con el tesoro templario en su interior.

América, setecientos años más tarde. La historia se repite, un nuevo Gran Maestre guardián de la Orden se enfrenta al peligro de una dictadura que intenta recuperar el tesoro para fortalecer su tiranía. Los herederos de la tradición templaria a pesar de los peligros, se embarcan en una gesta en defensa de sus valores.

El contenido de los cofres, sorprenderá por su valor histórico en una novela que lleva al análisis sobre nuestro papel en la sociedad actual y nos cuestiona verdades que creíamos conocer.

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¿Qué es la Historia? 

Una novela a veces cómica, pero la mayor parte del tiempo trágica.

CAPÍTULO I

Marzo, 1314

–¿En qué había quedado? Se preguntó a medida que la respiración volvía a la normalidad. –El Temple en París… La casa protegida que con su reciedumbre brindaba seguridad total, vigilada por los esbirros de ese infeliz, Felipe… Felipe IV, El Hermoso, semejante atorrante. Cómo no supe interpretar las ruines intenciones de ese reyezuelo, lo único que quería este bellaco era ser “Rex Bellator,” el Rey de la Guerra y encontrar una manera de no pagar la deuda que tenía con nosotros… Su deseo era ser más poderoso que el Papa e incluso se decía en los corrillos que había asesinado a alguno de ellos… Fui ingenuo, eso está bien para una doncella no para un Maestre Templario…Qué estúpido… Incluso ese doce de octubre estuve en compañía de mis Hermanos y los miembros de la Corte en las exequias de Catalina de Courtenay, heredera de los emperadores de Constantinopla y esposa de Carlos de Valois, el hermano del Rey, todo respiraba normalidad, el mismo Guillermo de Nogaret se acercó a saludarme. Miserable bastardo, su posición como Consejero del Rey le hacía creer que era superior a las demás personas, esa actitud empeoró por su papel como perseguidor del Papa Bonifacio, hasta llegar a ponerlo prisionero en lo que se llamó el “Atentado de Anagni.” La siguiente vez que lo encontré, estaba escondido en las sombras en compañía del Guardián del Tesoro Real, ese infeliz de Marigny, cuando los agentes del preboste de París me sacaron a empellones de la cama en la madrugada, para encerrarme como cualquier criminal junto con mis Hermanos.

La ira lo embargó como lo había hecho muchas noches durante estos años en cautiverio… Se enfurecía consigo mismo, su alma se llenaba de culpabilidad por su inocencia… Suspiró apretando los pocos dientes estropeados y de nuevo recordó a ese Caballero, cuyo nombre jamás logró conocer, que apareció horas antes en la fortaleza para avisar de la traición que como una avalancha se cernía sobre ellos.

Una sonrisa iluminó su cara al recordar la sorpresa de esos buitres carroñeros cuando se precipitaron sobre el Temple a la espera de llenar las arcas y hallaron únicamente los recaudos de las Encomiendas… No era poca cantidad pero nunca lo soñado por el Rey… Gracias al aviso logró enviar a dos hermanos, Gérard de Villiers, Maestre de Francia y Hugues de Châlons, a Poitiers con el fin de ocultar los tesoros de la Orden en carretas cubiertas con heno y les ordenó escapar con ellos camuflados por la niebla, en medio de la noche. Algún tiempo después el Comendador de Provenza, Bernard de la Roca, compañero de prisión, le informó antes de morir como un héroe en las zarpas de la Inquisición, que los caballeros habían logrado llegar al castillo de Arginy en el Beaujolais, a las tierras del Maestre Guillaume de Beaujeu. De Villiers fue capturado, sus asesinos lo ataron al potro de tortura descoyuntando sus extremidades sin que de sus labios escapara la menor confesión, del hermano Hugues y su carga no volvió a saberse nada… Él y los carromatos habían desaparecido tragados por la tierra.


CAPÍTULO XVI

1350

Un sonido como el susurrar del viento interrumpió sus palabras, los ojos de su cuñado lo miraron con sorpresa mientras en sus labios aparecían gotas de sangre, sus rodillas se doblaron y en segundos se desplomó sobre la arena, una flecha sobresalía de su pecho. María Teresa se inclinó sobre su esposo para auxiliarlo cuando un segundo venablo atravesó su cuello, cayendo muerta sobre él.

–¡Nos atacan! Gritó Roland desenvainando su espada, ¡Protegeos entre los árboles!

El grupo corrió hacia las palmeras perseguido por una lluvia de flechas algunas de las cuales hicieron blanco en varios hombres, para encontrarse frente a frente con una partida de nativos con sus caras ennegrecidas por pintura que se lanzaron sobre ellos. El combate cuerpo a cuerpo era feroz, las espadas y hachas Templarias cortaban brazos y cabezas a destajo mientras las lanzas ensartaban o las macanas aplastaban cuerpos en medio del ruido infernal de los gritos indígenas de guerra. La cantidad de atacantes aumentaba por momentos.

Sobrepasados en número fue imposible alcanzar la cobertura de las palmas, con el enemigo encima se vieron obligados a retirarse hacia la playa, la arena se cubrió de cadáveres y sangre.

El inclemente ataque los estaba diezmando. Roland, Armand y Auguste espalda contra espalda blandían sus armas defendiéndose como podían. Una macana se levantó sobre la cabeza del Comandante, este dobló su rodilla y ensartó su espada en el abdomen del contrincante, Auguste saltó a su lado y de un mandoble seccionó el cuello de otro enemigo cuya sangre los bañó por completo. El arma de Armand voló por el aire cuando una vara golpeó su muñeca fracturándola, pero antes de recibir otro golpe logró sacar su cuchillo oculto en su cintura y clavarlo en el pecho del indio, recogió la macana abandonada y con ella doblegó a otro atacante.


El número de oponentes no disminuía empujándolos contra el mar hasta que sus botas tocaron el agua. Otro gigante tomó por el cuello a Armand, lo derribó y hundiéndolo en la arena logró inmovilizarlo levantando su macana para aplastar su cabeza, Roland lo atrapó por el cabello, haló hacia atrás y asestó un golpe con su espada cortando la cabeza pero una piedra silbó en el aire a su lado, abriendo una herida en su frente, haciéndole perder por un instante la visión y caer al agua.



En la nave Jacques impotente observaba la batalla, no podía acudir en su ayuda pues la mayoría de los hombres se encontraba combatiendo en tierra, de repente un movimiento en la bahía llamó su atención, por oriente aparecieron varias canoas que se dirigían hacia ellos, desde su interior empezaron a salir flechas que se incrustaban en la madera del barco. Ordenó a la tripulación protegerse y preparar las ballestas para la defensa. Gracias al cielo las hermanas Algarve y Josephine se encontraban a bordo.


De repente la luz del sol se opacó por una nube de saetas que caían desde las alturas atravesando los cuerpos de los atacantes. Un nuevo grito de batalla resonó y un centenar de “Tayros” apareció en la playa cayendo sobre los indios caras negras que huyeron en desbandada. Otro grupo cerca a las palmeras, prendió una fogata y lanzaron sus flechas encendidas contra las piraguas que pronto ardieron, deteniendo así el ataque contra el barco, los ocupantes cayeron al agua y allí perecieron asaeteados o atacados por tiburones que acudieron hambrientos.

CAPÍTULO XXII 

2012

El campamento estaba organizado, los indígenas habían cazado venado y trozos de carne eran preparados en la fogata, se encontraban ocultos en el bosque pues el chamán se había despedido no sin antes desearles suerte. Juan y Pedro explicaron los hallazgos a las mujeres, aunque ellas no estaban muy contentas por haber tenido que permanecer alejadas, sin embargo aceptaron que el respeto por las creencias indígenas era primordial. No era un problema de discriminación sino cultural.

–Durante esta odisea una inquietud ha rondado mi mente, ¿Cómo sabían ustedes que Roland había venido a América? Preguntó Esperanza.

–La situación en Escocia al regreso de la nave con los sobrevivientes era terrible, la peste en su punto máximo entre los años 1347 y 1353, había matado cerca de veinticinco millones de personas en Europa, explicó Juan, la tercera parte de la población, algunos investigadores afirman que la mortalidad pudo llegar al sesenta por ciento, los campos y muchas poblaciones se encontraban abandonados por lo que la producción agraria disminuyó notablemente incrementando la desnutrición, con la consecuente alteración en el sistema inmunológico que facilitó la expansión de la epidemia, en este escenario la familia Châlons no logró recuperar su fortuna, por ello no pudieron regresar a buscar a Roland y sus compañeros.

–En vista de esta situación el mismo Jacques escribió una carta antes de morir al Barón de Roslin y Gran Maestre Templario, en la cual explicaba las peripecias del viaje e incluía copias de los mapas hechos por João Perestrello durante la travesía y le rogaba que algún día organizara una expedición para conocer lo ocurrido con sus Hermanos y recuperar los cofres con los tesoros de la Orden, dicha expedición nunca tuvo lugar.

Episodio 1: La Sentencia


Episodio 2: La Confesión


Episodio 3: La Ejecución


Episodio 4: Hugues y Rosanna


Episodio 5: Escocia


Episodio 6: Bannockburn


Episodio 7: América


Episodio 8: El Encuentro


Episodio 9: Los Sepulcros

Episodio 10: ¿Cuándo Vinieron?
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